domingo, octubre 22, 2006

flora II

Cuando un rey o un hongo muere,
un tiempo extinta yace la materia orgánica;
pero al cabo de unas horas o de unos años,
energías químicas disuelven la cambiante masa;
nacidos a una nueva vida, jadean los insectos numerosos,
y nuevos brotes visten a la planta microscópica
cuyos sentidos embrionarios e infatigables órganos
sienten estímulos más finos y con más puras llamas se sonrojan;
de la irritación surgen placeres renacientes,
se estira larga la raíz o se bate la aureliana ala.
Así, cuando un escuadrón o un ejército sucumbe
y una hedionda carnicería cubre las olas o los campos;
cuando pocos sobreviven a una hambruna o una plaga
o un terremoto engulle medio reino vivo;
cuando la naturaleza cae en las tormentas destructivas
de los Tiempos, los restos de la muerte no son sino cambios
en las formas; la materia retorna de la tumba,
nuevos deseos sintiendo, ardiendo con nuevas sensaciones,
y con la primera juventud recibe un sentido refinado,
y el amor y los placeres atizan sus crecientes fuegos.
Así San Pablo exultante exclama: "¡Oh, Muerte!
¿Y tu aguijón? ¡Oh, Tumba! ¿Y tus victorias?"

Erasmo Darwin, El templo de la naturaleza, Libro IV, vv. 383-404.
(Traducción de Espectro de Brocken)

jueves, octubre 12, 2006

El ojo